Cómo convertí mis problemas de aprendizaje en un superpoder Este artículo describe mi viaje que va de luchar con múltiples problemas de aprendizaje, hasta reconocer mis habilidades únicas como una fortaleza. Explica cómo aprovechar mi personalidad, intereses e instintos, me ayudó a construir mi autoconfianza y a lograr el éxito como líder y emprendedor.

Tengo todos los problemas de aprendizaje imaginables. ¿TDAH? Sí. ¿Dislexia? Sí. ¿Discalculia? Sí (apuesto a que ya lo buscaste en Google). Durante los primeros 20 años de mi vida, consideré estas "discapacidades" como los anclajes que me alejaban del éxito.

Era un desastre en todo. Un verdadero perdedor, pero no del tipo que te imaginas hoy en día. Literalmente perdía en todo: deportes, aspectos sociales, exámenes, realmente cualquier cosa. ¿Citas para el baile de graduación? ¿Qué es eso? Suena divertido. ¿Obtener tu licencia de conducir a los 16 años? No. Mejor elegí un Nintendo.

Estaba convencido de que mi incapacidad para enfocarme en una sola cosa nunca me permitiría destacar.

Fui un estudiante con promedio de 70 desde el quinto grado hasta que me gradué de la universidad, al menos fui consistente. Me acostumbré a eso, por lo que la desidia se convirtió en mi gran amiga. Bueno, la desidia y las tarjetas de béisbol de Upper Deck (¿cuándo podré retirarme con mi colección de tarjetas de novato de Ken Griffey Jr.?).

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Un día tuve una revelación que cambió el rumbo de mi vida, me di cuenta de que una mente abarrotada que nunca se apaga es un superpoder si la usas correctamente... y dejas suficiente espacio para al menos un pensamiento más.

Nunca olvidaré cuando mis padres se dieron cuenta de que había algo "diferente" en mí, especialmente cuando era momento de sentarme y "enfocarme."

Era 1986, y yo un niño de seis años sin acceso a un teléfono celular o Internet. Sé lo que estás pensando: ningún niño de seis años debería tener un teléfono celular o Internet. En realidad, estábamos a unas dos décadas de que los teléfonos celulares e Internet existieran.

Mis padres me llevaron a que me "evaluara" un médico, pues habían notado patrones en mí que parecían preocupantes.

"Rogers, tienes TDAH."

¿Eh? ¿Qué demonios es eso?

"Esto significa que eres propenso a perder el enfoque, especialmente con cosas que no te interesan."

Bueno, claro.

Tal vez mis padres debieron haber mudado a nuestra familia del sur de Texas a Hollywood para que pudiera enfocar mi atención en ser un actor infantil. Pero nos quedamos en Corpus Christi y mi batalla de 20 años contra el demonio de la distracción comenzó.

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Desde proyectos grupales hasta exámenes sorpresa, tenía CERO expectativas personales de sobresalir; nadie hubiera apostado por mí. La meta era, cuando mucho, simplemente salir adelante. Recuerdo la primera vez que tuve que hacer el reporte de un libro, fue un desastre. Tenía nueve años, y me llevé el libro a casa (se llamaba Y Ahora, Miguel), copié el libro palabra por palabra, y después de unas 17 horas de "trabajo," le entregué el documento, estilo Moby Dick, a mi maestra (la Sra. Cheshir), y ella me lanzó la mirada más confusa que puedas imaginar.

"Oh, ¿un informe de libro significa que leo el libro y luego comparto mis pensamientos sobre él? Me perdí esa parte."

El viaje fue difícil, en el camino decidí agregar otra herramienta a mi cinturón, la dislexia, y ella fue muy cruel conmigo — casi como un matón que nunca se alejaba. Leer ya era muy difícil, y ahora... ¿es como tratar de jugar Tetris con las letras? Divertido. También vamos a añadir la incapacidad para hacer preguntas matemáticas remotamente complejas.

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Mis noches después de la escuela no eran como las de mis amigos, tampoco lo eran mis fines de semana, tampoco mis vacaciones. La escuela de verano, los tutores y los métodos "creativos" de aprendizaje siempre suponían un reto, y nunca percibí ninguna esperanza en el horizonte.

Cuando digo que apenas me gradué de la escuela secundaria, lo digo en serio. Mis amigos estaban destinados a ganar en todo. Deportes, citas, calificaciones, premios y cartas de aceptación a la universidad. Nunca consideré querer ser "algo," pues estaba acostumbrado a ser el chico divertido que siempre contaba chistes en clase.

Llegó la graduación de la prepa, y en un típico momento americano, nuestro periódico escolar salió un par de semanas antes de la graduación con la esperada lista de El más probable que...

Para mi sorpresa, ¡mi nombre apareció allí varias veces!

• Más probable que viva en casa después de la universidad
• El niño más grande en un cuerpo de adulto
• Más divertido en clase (en este momento, ese fue el mayor logro de mi vida)
• Más probable que vuelva como maestro suplente
• Más quejumbroso

Está bien, sé lo que estás pensando. Leí, me enojé, y me dije a mí mismo, "Es hora de hacer algo con tu vida. Deja de vivir la vida que todos esperan de ti, sal al mundo y enciéndelo."

Para mi sorpresa, ¡tienes razón!

Al día siguiente de que salió la temida lista en el periódico, estaba jugando básquet con un grupo de chicos mayores (mis amigos siempre han sido mayores). Me sentía realmente avergonzado por lo publicado y le dije a uno de ellos algo como, "Sé que no voy a tener buenas calificaciones en la universidad, no tengo talentos ocultos, y si alguna vez tengo que armar un currículum, no habrá nada allí que le dé a la gente una razón para darme una oportunidad."

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Y luego, de la nada, un tipo se acercó a mí, puso su mano en mi sudoroso hombro, y dijo algo que cambió mi vida para siempre.

"Rogers, lo primero es venderte a ti mismo, no a tu currículum."

Me quedé asombrado. ¿Significa esto que mis patéticas calificaciones, mi falta de actividades extraacadémicas, mis cero logros y más de 10,000 horas de James Bond en N64 no importan?

Bueno, sí eran importantes, pero lo que realmente tenía valor era que podía sacarle partido a mi SER. Mi personalidad. Mis intereses. Mi corazón. Mi capacidad de ventas. Mis instintos.

Desde ese momento, aprendí a confiar en mí mismo. Aprendí que mis debilidades podrían ser abordadas como oportunidades. Pedir ayuda era un regalo, y dedicar tiempo a cosas que me interesaban me daría la oportunidad de tener algo que nunca antes había tenido.

Autoconfianza.

Pasaron otros 20 años, y sigo trabajando en convertirme en la mejor versión de mí mismo. Esto es con mi fe, mi familia y mi carrera. Puedo escribir una lista de un kilómetro de largo de las cosas en las que soy malo, pero prefiero utilizar ese tiempo en enfocarme en lo único que domino.

Ser yo mismo.