Cómo revolucionar tu diálogo interno y cambiar tu vida Todos nos hacemos preguntas en privado. Si deseas transformar tu vida, puedes empezar por cambiar las preguntas que te haces a ti mismo. Aquí te decimos por dónde empezar.
Por Amy M Chambers
Key Takeaways
- Enfocarte en las preguntas que te haces a ti mismo puede influir significativamente en tu felicidad y éxito, llevándote a una transformación personal.
- Pasar de buscar la perfección y la aprobación a abrazar el aprendizaje, el servicio, la autogestión y los valores fundamentales fomenta el crecimiento y la satisfacción.
- Establecer el hábito de hacer preguntas empoderadoras puede cambiar tu perspectiva y ayudarte a alcanzar tus objetivos, como refleja el propio recorrido de la autora.
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Las palabras tienen un poder tremendo. La forma en que nos hablamos a nosotros mismos importa mucho. Todos tenemos diálogos internos: con frecuencia nos hacemos preguntas y nos las respondemos. La manera en que respondemos a esas preguntas determina en gran medida qué tan felices y exitosos somos. Sin embargo, he descubierto que centrarse en las preguntas que nos hacemos (en lugar de solo en las respuestas) es todavía una mejor forma de influir en nuestra felicidad y éxito.
El día que cambié las preguntas que regularmente me hacía fue el día en que mi vida cambió. Aquí tienes cuatro categorías de preguntas que ahora me hago y el tipo de preguntas que han reemplazado.
1. Preguntas sobre crecimiento y aprendizaje
Me criaron para ser perfeccionista y perseguir solo las cosas que me resultaban naturales o fáciles. Por eso, solía hacerme preguntas como: "¿Cuál es la manera más fácil y rápida de hacer esto? ¿Cómo puedo salir victoriosa?" porque no aceptaba la belleza del desafío y la lucha. No disfrutaba cometer errores, ya que los veía como señales inherentes de incapacidad y vergüenza.
Con el tiempo, me di cuenta de que los fracasos eran simplemente oportunidades de aprendizaje que impulsaban el crecimiento y la evolución. Aprendí a evaluarme no solo por mis resultados, sino también por mi esfuerzo y mis comportamientos. Al hacerlo, mis preguntas cambiaron. En lugar de preguntarme: "¿Qué calificación obtuve?" o "¿Gané?", me preguntaba: "¿Qué aprendí? ¿Cómo puedo mejorar? ¿Di lo mejor de mí en esto?"
El cambio en estas preguntas me permitió enfocarme en el progreso en lugar de la perfección y en el viaje en lugar del destino. Además, porque nadie logra grandes cosas en soledad, también aprendí a hacer preguntas como: "¿Quién es mejor que yo en esto? ¿De quién puedo aprender? ¿Quién puede ayudarme?" Estas preguntas me ayudaron a encontrar grandes recursos y apoyo en el camino.
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2. Preguntas sobre servicio e influencia
Cuando tenía 24 años, me asignaron mi primera posición de liderazgo. Agradecida por la oportunidad y educada para ser una persona de logros, quería hacerlo bien. En ese entonces, solía preguntarme: "¿Cómo puedo obtener resultados? ¿Cómo puedo ser considerada una de las mejores? ¿Cómo me posiciono para roles más grandes? ¿Cómo puedo ganar más dinero?" No hay nada intrínsecamente malo en querer obtener resultados o un ascenso. Sin embargo, estas no son las preguntas que los mejores líderes se hacen. Los ascensos y el aumento de compensaciones son, generalmente, las recompensas que los mejores líderes obtienen por haber hecho preguntas mucho mejores.
Conforme evolucioné como líder, me enfoqué menos en mí misma y en lo que estaba obteniendo, y más en los demás y en lo que estaba dando. Empecé a preguntar: "¿A quién serví o influencié hoy? ¿A quién le ayudé a crecer hoy? ¿A quién reconocí hoy? ¿A quién escuché hoy? ¿A quién hice sentir visto y escuchado hoy?" Mientras más me hacía estas preguntas, más me decían las personas que les encantaba trabajar conmigo y más comenzaban a lograr resultados extraordinarios. Mi mayor éxito siempre surgió de ayudar a otros a tener éxito.
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3. Preguntas sobre autogestión y manejo del tiempo
Durante décadas viví como una persona complaciente. Me sentía obligada a decir "sí" a todos y a todo. Mi objetivo principal era hacer felices a los demás. A los 35 años, me di cuenta de que, en lugar de gestionar mis días, mis días me estaban gestionando a mí. Estaba logrando muchas pequeñas tareas, pero no estaba avanzando hacia mis sueños más grandes. En 2015, escribí mi primera declaración de visión personal. Estaba llena de grandes metas, y decidí que, si quería hacerlas realidad, no podía seguir diciendo "sí" a todos y a todo mientras repetidamente me decía "no" a mí misma. Dejé de hacerme preguntas reactivas como: "¿Están todos bien conmigo ahora? ¿Dejé a alguien insatisfecho hoy? ¿A quién más puedo hacer feliz?"
En su lugar, comencé a hacerme preguntas más estratégicas, como: "¿Cuáles son las dos o tres cosas más importantes que necesito lograr esta semana u hoy? ¿Qué harás hoy para convertirte en la persona que quieres ser mañana? ¿Dónde se ubicarán estas cosas en mi calendario?" Una vez que identificaba estas prioridades (y les asignaba un espacio en mi calendario para vivir y respirar), me preguntaba: "¿Se están llevando a cabo? Si no, ¿qué lo impidió? ¿Qué necesitas cambiar para que eso no vuelva a suceder?"
Al hacer esto, recuperé el control de mi tiempo (y de mi vida). Gracias a mis nuevas preguntas, pude manifestar y alcanzar cada una de las metas que había listado en mi declaración de visión personal.
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4. Preguntas sobre visión y valores fundamentales
En esa misma época, también redacté mis valores fundamentales. Identifiqué que algunos de mis principales valores son la responsabilidad, la compasión, la curiosidad, la humildad, la integridad y la transparencia. Espero que todas las personas con las que interactúo puedan ver estos valores reflejados en todo lo que hago. Por eso, algunas de las preguntas que frecuentemente me hago ahora incluyen: "Si muriera hoy, ¿qué dirían de mí en mi funeral? ¿Serían las cosas que quiero que digan? ¿Hablarían de estos valores?"
Antes de tener un conjunto de valores fundamentales con los cuales evaluarme, solía medirme con los paradigmas de otras personas. Me hacía preguntas como: "¿Qué piensan los demás de mí? ¿Me están juzgando o hablando a mis espaldas? ¿Qué podrían estar diciendo?" en lugar de enfocarme en lo que yo pensaba de mí misma. Esto generaba ansiedad y me dejaba vulnerable a las opiniones ajenas. Desde entonces, he comprendido que cada uno de nosotros tiene el poder de definir qué significa el éxito para sí mismo.
Dado que mis valores son tan importantes para mí, ahora me hago preguntas como: "¿Cómo (específicamente) viviré mis valores hoy? ¿Cómo afrontaría esta situación difícil una persona responsable? ¿Qué haría una persona curiosa hoy?" Al final de cada día, me pregunto cómo lo hice. He descubierto que este es un criterio mucho mejor para evaluar cómo me estoy mostrando al mundo y cómo me estoy presentando, y es un aspecto sobre el cual tengo mucho más control.
Estas cuatro categorías (y todos los ejemplos dentro de ellas) no son una lista exhaustiva. Son simplemente algunas de las más importantes y representan un excelente punto de partida para vivir una vida más rica y plena. Si comienzas a hacerte este tipo de preguntas de manera consistente, incluso durante solo un mes, tu vida comenzará a cambiar.